POCE, MANZANARES Y REY CORTAN UNA OREJA EN LOGROÑO

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El peruano Roca Rey logró realizar la mejor faena de la tarde, tras una puesta en escena de infarto

Por Jesús RUBIO

Dolió el pinchazo. Después vino la estocada entera y una oreja, pero la cosa cambiaba. Lo sentimos como un golpe seco. Un latigazo. Fue todo tan intenso… Estaba Roca en el ruedo. El rey del momento. El único capaz de mover masas en busca de algo. Bendita locura ésta que nos hace peregrinar en busca de emociones. Menudo vendaval en La Ribera. Desde Perú. Huracanado. Arrollador. El runrún de la tarde ya se presagiaba desde días atrás, incluso desde que se anunciaron los carteles de la presente feria matea. Aparcar hoy en los alrededores de La Ribera suponía casi misión imposible. Roca conquistó Logroño. Se hizo rey de la ciudad del vino. En el patio de caballos no cabía un alfiler. Ese lugar donde los segundos deben convertirse en horas. La antesala a un escenario donde todo está en juego, incluso la vida.

Roca Rey enloqueció Logroño. Qué manera de ponerse delante de la cara del toro. A la verónica fue el saludo al tercero, que prolongó con unas ceñidísimas chicuelinas. El de Juan Pedro Domecq embistió con clase. Quitó también por chicuelinas, pasándose el toro cosido a la taleguilla. Brindó al público una faena de infarto. Primero recibiendo al toro desde el centro del ruedo sacándose la muleta por la espalda. El tendido comenzaba a ser una locura. Sometió las embestidas de “Napoleón” primero con la diestra, bajándole mucho la mano, exigiéndole. El toro era bravo. Luego, al natural, perfecto. Fue una faena intensa y llena de imprevistos. Exigía tener puesta en ella los cinco sentidos. Un circular eterno, una arrucina, un afarolado, un pase por la espalda… El dominio de la técnica. Las bernardinas que cerraron la faena fueron apoteósicas. A milímetros se pasó los pitones. Citaba cambiándole el viaje al toro. Qué manera de engrandecer el toreo. La plaza en pie, rendida ante Roca Rey. El pinchazo precedió a un estocada y el premio quedó en una sola oreja. Un auténtico manicomio pareció la plaza en el sexto. Qué manera tuvo el presidente de arruinar el festejo. Se desató la guerra entre el
el público y el palco. Nadie (de la miles de personas que había en La Ribera) entendió el por qué se negaron a devolver a un inválido toro de Juan Pedro Domecq. El animal no podía ni con su alma, se caía a la mínima. Roca Rey no tuvo más opciones que abreviar la faena.

Ponce en el primero se las vio con un blandito toro de Parladé al que cuidó muchísimo en varas primero y después en la muleta. Brindó al público una faena estructurada principalmente por el pitón derecho. Tenía calidad el toro pero estaba justito. Lo mimó con temple y gusto. Ese torear bello que tiene Ponce a media altura. Por momentos los muletazos fueron eternos. Se los enroscaba a la cadera haciendo circulares interminables. Una estocada entera puso la rúbrica a una faena premiada con una oreja. El cuarto fue un toro bien presentado aunque sin fuerza. Ponce quiso buscarle las vueltas a base de técnica, pero el toro no tenía transmisión. Se mostró dispuesto en todo momento pero la cosa ya no fluyó.

Manzanares se estiró a la verónica con el segundo, un toro con clase aunque también falto de fuerza. Embestía largo y manzanares hilvanó muletazos de gran trazo. Fue alternando la faena por los dos pitones, aunque por el derecho tenían mayor profundidad. Tras una estocada, la oreja calló. Nada pudo hace en el quinto, al que le costaba un mundo desplazarse en la muleta.

LA FICHA

Plaza de La Ribera (Logroño). Tercera de abono. Se lidiaron toros de Juan Pedro Domecq y Parladé (1º y 5º), correctos de presentación y de juego desigual.

Enrique Ponce, de azul noche y oro, estocada caída (oreja); media, dos descabellos (ovación)

José María Manzanares, de azul marino y oro, estocada corta (oreja); pinchazo, media estocada, descabello (silencio).

Roca Rey, de tabaco y oro, pinchazo, estocada (oreja); media estocada (silencio)